Y a mi salud.
Y voy buscando el ruido, las gentes, las caras. Y voy huyendo de mí, de la soledad, del silencio, de los ecos, del cansancio. Y extraño aburrirme también, aunque no fuera mi yo más genuino. Puta, si lo extraño a veces. Los mates, el barrio, la poca gente, las responsabilidades, los horarios, la simpleza.
Simpleza.
Siempre fui estricto con mi simpleza. El todo de los detalles, de las pequeñas cotidianeidades. Pero ahora y, desde hace tiempo, veo pasar las luces, los trofeos, los flashes, el papel picado, los maquillajes. Me tientan pero nada. Nada bueno sale de mí. No así al menos. Los sobrevivo a diario. Camino forzado, pie de plomo. Me refugio de a ratos, catártico, en las buenas gentes para huir. Sobrevivido. Cambié porque uno es todo en su contexto. Pero trascender es un abismo. Los deshonro, seguramente. Perdón, otra vez.
Y la música que le puso Pablo a No Te Salves de Benedetti, sin saber que ese es mi poema preferido. Leyéndo mis silencios, como amigo, como hermano, hoy la recordé. Hoy me fui silbandola por los bares de Caseros, no recuerdo bien la letra, nunca recuerdo nada. Me fui con los amigos, con los nuevos y los viejos amigos. Mi memoria falla pero espero salir de este laberinto sin trampearlo, sin lastimar a nadie, sin listas de espera.
Son las cinco de la mañana, el puto pájaro que no tiene vida. Me prometo dormir, le miento a la almohada una vez mas.
Hay muchos sueños que descansar.