A veces solo me recuesto sobre la silla que esta frente a mi escritorio, enciendo un cigarrillo y observo las figuras que deja el humo en este espacio que cree para mí. No sé bien donde van mis pensamientos pero esta mirada no hace interpretación alguna de lo que me rodea y ese pequeño todo podrían ser figuras hechas de sombras y luces o no ser nada y causaría exactamente el mismo efecto.
Lo más irónico quizás sea que finalmente alguien ande en busca de perder el tiempo -paradojas si las hay- pero de todas formas esta habitación está repleta de cosas perdidas y no me basta con sacarme el día de encima si no hay un despojo total del contexto y allí, lo más costoso, es el tiempo.
Y en esa quietud puedo ver algunas cosas. Puedo, por ejemplo, dejar que esta mala memoria, que tanto defiendo, falle y algún recuerdo vencido gane la partida y astille el silencio. Entonces ahogo un par de hielos y los agito hasta desaparecerlos. Y así, sin más, se van. Porque nada bueno llega hasta el fondo del vaso.