jueves, 8 de marzo de 2012

Ruleta Rusa


En un rato sale el sol, los dos bien lo sabemos. Pinta de perdedores y extraños. Malandras de baño de estación. Con una mirada relativa y oscura, estos cantores de gargantas corroídas, escritores de esos burdeles a los que nunca iríamos, tiranos y amables, se pierden hasta en el último rayo de luna. Artistas del submundo, perfectos suicidas de los días vencidos. Vos y yo, sabemos los costos. Sabemos muy bien que es eso de la frustración, de la imaginación rebalsando por nuestros oídos aturdidos, de las nostalgias del futuro, de que nunca llegue la estación de la siembra.

Y acá estamos, sumidos en la creación de nuestros antagónicos mundos, con cadavéricas botellas sobre la mesa plagada de los restos de nuestras mejores noches. Un gato lamiéndonos las horas, arañándonos los intentos.

Siempre la pasamos bien. Hasta los silencios nos sonríen. Nada puede salir mal cuando el único desafío es nuestra mala compañía. Y el "haz lo que puedas" da vueltas por la habitación, nos mira, nos seduce. También las muecas de los cuerpos que a veces duelen y los ecos de las burlas a lo inevitable, al deber ser. Nunca un "mirá, qué bien andas" ni una sonrisa de la vieja de las compras, ni un guiño de las camisitas planchadas, ni un te fío en el mercadito de la vuelta. Pero nos reímos, nos reímos mucho de eso también.

Y finalmente entran como putas el sol y la campana del tren de la madrugada a tu casa batallada. Y ahí seguimos: tirados, extrañados. Riffeando algún firuelete eterno, repasando sobre pasado las mejores músicas.
Y en ese absurdo interminable, y en ese tiro de suerte que nos vomitó esta ruleta rusa, y ahí… ahí soy ciego también.  

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